Un círculo es la mejor figura geométrica para describir los que ha estado pasando en Latino América en los últimos cinco anos: comunidades étnicas, clases obreras, y minorías marginadas por siglos de recursos y derechos por las clases tradicionales, están tomando poco a poco las riendas del poder. De la misma manera, el rol de la mujer en un continente netamente machista, esta viviendo cambios sin precedentes. Los vientos de la democracia están llegando a lo más alto de la montaña, al pueblo más lejos de la capital, a los barrios donde el estado no se ve. Pese a la contagiante esperanza existe cierta incertidumbre en la magnitud de estos cambios y la fuerza de voluntad de los que lo llevan a cabo.
Cada país en donde estos cambios han estado ocurriendo tiene su peculiaridad reflejada en las condiciones locales o regionales de estos. Sin embargo, todos se caracterizan por tener como prioridad el reducir la pobreza y disminuir los altos niveles de inequidad, triste característica de Latinoamérica. De la misma manera, estos gobiernos ven el crecimiento económico y la integración regional como objetivos claves para llevar a cabo sus prioridades. Bajo estas plataformas, gobernantes en Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Venezuela, y Argentina llegaron al poder logrando alcanzar altos niveles de aceptación sobre todo entre las clases medias y bajas. La popularidad de estos gobiernos ha llevado a que los proyectos, aunque innovadores, tengan el necesario respaldo de la opinión pública.
Bien sea abriéndole las puertas a inversión extranjera como el caso de Brasil o exigiendo mayores dividendos a multinacionales petroleras como en el caso de Venezuela, países latinoamericanos están explorando nuevas alternativas al consenso de Washington. La estrategia de crecer primero y después redistribuir esta siendo remplazada con frescas alternativas que muestran que ambas cosas se pueden hacer al mismo tiempo. Distribución económica, inversión en salud pública, infraestructura, y educación, y mayor participación de la sociedad publica en el gobierno, son frutos que buscan acabar con siglos de injusticia social, racismo, e inequidad arraigados en el legado Latinoamericano.
Chile, un país culturalmente conservador donde el divorcio era prohibido hasta hace un par de años, eligió como presidente en marzo once de este ano a Michelle Bachelet, la primera mujer en la historia del país en asumir esta posición. Este acto, refleja una vuelta completa dejando atrás un pasado oscuro marcado por una dictadura de la que la misma Bachelet fue victima.
En Bolivia, el país mas pobre se Sur América donde aproximadamente el 65% de población es aborigen, eligió como su presidente a Evo Morales, el primer aborigen en ocupar este cargo en la historia del país. Bolivia, un país donde las mayorías étnicas fueron reconocidas como ciudadanos hace un par de décadas, Evo ha de ser un motivo de orgullo y ejemplo para otros países de la región. La marginalización y el olvido producto de mitas, encomiendas y plantaciones serán sepultados en lo profundo de los suelos andinos y cubiertos con cultivos de café, papa, yuca y coca.
El caso de Chile y Bolivia son solo dos ejemplos de un fenómeno continental de el que se están contagiando otros países en Latino América. Este año, candidatos con fuertes compromisos en reducir la pobreza y la inequidad tienen una alta probabilidad de ganar las elecciones presidenciales en México y Perú. Aunque no hay duda que estos vientos positivos de cambio se están expandiendo, es muy temprano para distinguir estos, de brotes caudillistas y populistas que se aprovechan del pueblo para llevar a cabo sus miopes intereses y avanzar una agenda que mantiene el status quo. El tiempo juzgará si fuimos una generación participe en la creación de una nueva Latinoamérica o simplemente una pequeña curva en un círculo incompleto.
Rafael I Merchan holds a B.S on Agricultural and Resource Economics from University of Maryland, College Park. rafamerchan@gmail.com